20/3/09

“El Modernismo en la Poesía cubana”, según Pedro Henríquez Ureña.
(Santiago Terrero)

Según nos narra Pedro Henríquez Ureña en su ensayo crítico, “El Modernismo en la poesía cubana” con fecha de 1905, dice que Marcelino Menéndez Pelayo, critico de la literatura española e hispanoamericana, miente en su prólogo a la “Antología de Poetas hispano-americanos, de 1893, cuando éste decía que la literatura cubana era la menos influenciada por el modernismo de la literatura española y que Menéndez Pelayo lo hacía quizás porque sentía resentimientos o enojos por tradiciones ideológicas con la literatura cubana.

Aclarando lo anterior Pedro dice que la literatura cubana es la más española de todas las cis-atlánticas o sea que la literatura cubana llega más allá del atlántico.

Decía que en los años anteriores a la ultima guerra cubana, poetas pocos conocidos para la época como José Martì, Julián del Casal, Nicolás Heredia, Manuel de la Cruz, poseían un verdadero espíritu modernista y que por ser partidarios de la revolución cubana, no fueron estables ni permanecieron mucho tiempo en su país. Aunque después de lograda la independencia cubana, durante su corta presencia de éstos se formaron algunos discípulos sobresalientes, pero no con la calidad descriptiva y versificadora de Julián del Casal y José Martì.

Pedro dice que la causa que influye en la casi extraña y total desaparición del estilo modernista en la poesía cubana es que los libros se publican de tarde en tarde o sea de vez en cuando o a veces y donde las revistas son exiguas, o sea que son insuficientes, escasas y reducidas. Donde la influencia modeladora ejerce epiritu peninsular o sea que la literatura cubana debía hacer cambio de acuerdo a lo establecido en los parámetros de la literatura española.

Dice que no hay otra causa que la influencia pervadente, participo presente de pervadere (italiano), que en español significa difundirse, extenderse por, penetrar de la literatura española como la moderadora de la desaparición del estilo modernista en la poesía cubana.

Pedro admira la capacidad creadora de Julián del Casal y José Martì que junto al nicaragüense Rubén Darío y el mexicano Manuel Gutiérrez Nàjera, fueron los iniciadores del modernismo en la poesía americana. Donde Julián del Casal, pesimista o lleno de imperfección, juzgando las cosas por el lado mas desfavorable, no era un maestro de ideas, estaba limitado a la enseñanza, pero digno de admiración, con una narración descriptiva y un arte de versificar rítmico, dejó un grupo reducido de discípulos que jamás lo igualan en calidad, fueron estos las hermanas Juanita y Dulce María Borrero y los hermanos Carlos y Federico Uhrbach, quien era un modernista correcto y espiritual, que merece honor por ser el único entre los poetas cubanos consagrados o reconocidos, que sostiene el estandarte de su secta, o sea el único que ha mantenido la insignia de su ideología, seguidos por los poetas René López, con “Barcos que pasan” y Juan Guerras Núñez, con sus poemas “Anhelos”, “Cantábricas”, “Salambò”, y “Tristeza del invierno”. En cambio dice Pedro que a José Martì cabría señalarle un discípulo tras mucha requisa (revista o inspección), que es Félix Callejas, que lo ha imitado con sus poesías, “Cuadro de Sombra” y “Armas y espigas”. En ese mismo párrafo Pedro dice que Marti, cuya figura de apóstol ha eclipsado (ocultación

total o parcial) en Cuba su gran figura de escritor y ha hecho olvidar la del poeta, para referirse que a Marti sólo se le conoce como héroe y no como escritor.

Bonifacio Byrne y Manuel S. Pichardo a quienes Pedro ve con espíritus modernistas, quienes abandonan por el género épico y por el casticismo respectivamente, dejando a un lado la poesía cubana. Pedro termina diciendo que la poesía cubana puede ser anticuada por su estilo, pero que las ideas siguen fluyendo y que están bien definidas, con una filosofía avanzada, donde las nuevas generaciones traerán un caudal de ideas y cosas significativas a la nación cubana.







































18 de marzo de 2009

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