16/9/09



ARIEL



En su primer capítulo de su ensayo crítico a Ariel de José Enrique Rodó, obra escrita en 1900, Pedro nos sumerge en la imagen de William Shakespeare, diciendo que de la imaginación fecunda ( que crea abundantes obras o produce buenos resultados) y espléndida ( de singular excelencia o magnífico), de aquel genio que domina, único y sin rivales, en la cumbre del arte literario, surgió un día a vida inmortal el fulgurante ( que se destaca por su brillantez, que brilla ) cuadro simbólico “La Tempestad” , obra armoniosa, serena y animada como los frisos ( faja ancha que suele pintarse en la parte inferior de las paredes de diversos colores ) del Partenón.
Dice que Shakespeare, después de representar sus obras con la tragedia como desastre de pasiones desbordadas, dio a su última obra aparecida en 1611 soberanía y serenidad helénica, se puede comparar con Sófocles. Fue superior a Virgilio y a Petrarca, con su drama rítmico y armonioso, donde palpitan los sentimientos y hasta los bajos se mueven con hermosos gestos. Dice Pedro que por encima los amores castos ( para referirse a el amor puro, que se abstiene de todo goce sexual ), por sobre las ambiciones ruines, por sobre la lucha de los afectos, por sobre las infamias de la traición se yergue ( del verbo infinito erguir, proveniente del Latín erigere, que quiere decir, levantar y poner derecho el cuerpo o una cosa) la figura de Próspero, el maestro mágico que es también hombre, el sabio conocedor del mundo y de sus pequeñeces, fortalecido en la soledad, quien ayudado por Ariel y su cortejo fantástico, realiza su última obra de paz y amor, vence al monstruo Càliban, desbarata los lazos tramados por mañosas envidia, deshace rencores. Dice Pedro que aunque Renan representó a Ariel vencido por Càliban, Ariel es el genio de todas las virtudes, que representa la inteligencia y Càliban la bestia humana que representa el bajo mundo y los vicios. Para dar paso al capítulo dos, Pedro dice por último que Ariel el personaje que representa la inteligencia en la majestuosa obra “La Tempestad”, atraviesa con sus ingrávidas alas (ligeras, leves, sin peso), el Atlántico y se detiene en la cabeza de un joven, Próspero, (este joven al que se refiere Pedro es a José Enrique Rodó) y viene a ayudarle a triunfar de Càliban, quien representa los vicios degradantes, el bajo mundo.

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